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Antonio Orlando Rodríguez
Todos la contemplan boquiabiertos, sin respirar casi, y sus corazones laten aprisa,
muy aprisa.
Alondra siempre está contenta y alegra la nave con su canto. Cada vez que me
sonríe, me erizo. ¡Cuánto daría por lograr que me quisiera un poco más que a los
otros! Pero no, ella a quien quiere así es a mi mejor amigo: Sergio.
¿Y él quién es?, preguntarán ustedes. Pues nuestro acróbata. Cuando sale
a escena, con sus brazos flacuchos y sus lentes, el público primero se queda
perplejo y acto seguido empieza a chiflar. “¿Qué acróbata es este?” Protestan los
espectadores indignados: “¿Dónde se ha visto un gimnasta con semejante facha?”
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