Page 6 - La costurera
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–Del costurero, claro, pero…

                                                –¡Pero nada! Abre el costurero y ponte manos a la obra

                                              –ordenó el caballito mientras ejecutaba una graciosa

                                              danza.

                                                Naira, creyendo estar soñando por momentos, abrió el

                                              bonito costurero azul, herencia de su madre, quien, a su

                                              vez, lo había heredado de su abuela. Pero en su interior,
                                              en lugar de las bobinas de hilo habituales, encontró una

                                              de aire, otra de fuego, otra de tierra, ¡y otra más de agua!

                                                La costurera, visiblemente maravillada, se puso el

                                              dedal, tomó la bobina de agua entre sus manos y tiró del

                                              cabo del hilo. Este fluyó entre sus dedos sin caer ni una

                                              sola gota, por lo que no le costó enhebrar la aguja y hacer

                                              un nudo en el otro extremo. A continuación, buscó en el
                                              cajoncito inferior del costurero un pedazo de tela

                                              adecuado para su propósito.

                                                Por fin, a altas horas de la madrugada, y a la tenue luz

                                              de la vela, Naira empezó a coser la prenda que, esperaba,

                                              la habría de liberar del encierro de por vida.










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