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Anahí corrió a sentarse. Las lentejas dieron su
última vuelta, y trataron de regresar apresuradas
a su lugar. Pero una cara gorda estaba demasiado
cerca del plato. Tan cerca, ¡que la flotilla entera
cayó exactamente sobre su nariz!
—¡Mamá! —gritó Anahí—. Tengo platillos
voladores encima de mi nariz.
—Son pecas —dijo la mamá desde la cocina—.
¡Y come de una buena vez!
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